Por Mons. Jaime A. Tamayo, D.D.
“La fe en Dios es una fuerza de vida y de progreso.”
Cuando Cristóbal Colón hacía los preparativos para el descubrimiento de América, muchos pensaban que era un iluso y un aventurero. Sus planes parecían absurdos a sus contemporáneos. Las dificultades que se le presentaron fueron inmensas. Pero el almirante genovés jamás se desalentó, ni dejó de luchar por llevar a cabo sus planes. El era un marino de gran experiencia y tenacidad, pero era también un hombre profundamente religioso. Su fe en Dios fue para él, en todo momento, fuente de esperanza y fortaleza espiritual. Y por eso pudo perseverar en su empeño y vencer todos los obstáculos. Con la ayuda de Dios, como él mismo dice, se realizó el descubrimiento del Nuevo Mundo. Un día memorable, el doce de Octubre de mil cuatrocientos noventa y dos, nuestro continente comenzó a recibir el Evangelio de Jesús y a conocer al verdadero Dios. Todo porque un gran hombre tuvo la valentía de hacer lo que tenía que hacer.
En verdad, hermanos, la fe es una fuerza poderosa que nos sostiene en las dificultades y nos ayuda a realizar acciones admirables en esta vida. El objeto de nuestra fe puede ser un ideal, una persona o una institución. El tener fe en algo o en alguien es fuente de energía y esperanza. Cuando de verdad tenemos fe en algo o en alguien estamos dispuestos a hacer los mayores sacrificios y podemos realizar cosas admirables. Esto es particularmente cierto cuando se trata de una fe auténtica en Dios.
La fe en Dios es una fuerza de vida y de progreso. Especialmente el cristianismo es un fermento de regeneración y progreso en el mundo. Cristo vino al mundo para traer un mensaje salvador para toda la humanidad. Es urgente promover la renovación religiosa del pueblo de Dios, de acuerdo con los Postulados evangélicos, a fin de llevar a cabo la evangelización de la sociedad y establecer el reino de Dios entre nosotros. Para eso es necesario que cada uno de nosotros viva el evangelio con integridad y valentía. Todos debemos ser apóstoles y llevar el mensaje de Cristo. Es necesario que cada uno de nosotros sea militante de la fe, oponiéndose a las fuerzas del mal y promoviendo la justicia y la paz en nombre de Dios. Como miembros del pueblo de Dios, hemos también de velar por la pureza de nuestra fe cristiana.
La fe cristiana no es simple asentimiento o creencia en dogmas abstractos. La fe cristiana es un don de Dios, una revelación divina que tiene que ser aceptada y vivida por el hombre. En este sentido, la fe cristiana es una forma de vida superior. Esta fe cristiana no se puede medir y llevar friamente como una cosa externa o como un adorno. Sólo se puede conocer interiormente y vivirla en el corazón. La fe cristiana así vivida es como el átomo, que lleva dentro de sí una energía prodigiosa. La fe cristiana en verdad, hace maravillas. Viviendo el cristianismo auténticamente es como se puede salvar al hombre y a la sociedad.
Como los grandes santos, los cristianos estamos llamados, a hacer las cosas admirables con la ayuda de Dios, movidos por la fe. A pesar de nuestras limitaciones y pecados, podemos hacer cosas admirables si vivimos nuestra fe cristiana con integridad y amor. Nunca busquemos la admiración y el aplauso de la gente, y si alguna vez se nos alaba, digamos como dice Jesús en el evangelio: "Hemos hecho lo que teníamos que hacer. (Lc 17:10)
Con mis bendiciones a toda la comunidad hispana de nuestra diócesis, deseo pedirle a Dios que les ayude a tener una fe valiente, para hacer Su voluntad con empeño, alegría y amor.
The Texas Catholic Herald, Houston, Texas. pp 19, October 8, 1999.